F. Scott Fitzgerald, 1921 [Vía] |
F. Scott Fitzgerald reflexionó mucho sobre el oficio de escribir, intentando descifrar los misterios de la literatura. De hecho, sus biógrafos lo describen como alguien a quien le gustaba enseñar, alguien que tenía la necesidad de compartir lo que aprendía. En el libro Sobre la escritura: F. Scott Fitzgerald, Larry W. Phillips reúne un conjunto de citas y fragmentos del autor de la icónica novela El gran Gatsby sobre lo que significa ser escritor y cómo escribir literatura. Comparto un extracto que me parece muy interesante para reflexionar y profundizar si estas comenzando en el oficio y, por qué no, también si tienes ya un camino recorrido.
«He leído atentamente tu relato, Frances, y me temo que el precio por dedicarse a la escritura es mucho más alto del que, por ahora estás dispuesta a pagar. Tienes que vender tu corazón, tus sentimientos más vehementes, y no solo las nimiedades que apenas te afectan, esos pequeños incidentes que puedes contar en la cena. Esto es así sobre todo cuando estás empezando en el oficio y aún no has adquirido los trucos que la gente interesante despliega en sus escritos, cuando careces de la técnica que uno tarda mucho en aprender y, en definitiva, solo puedes vender tus emociones.
Así les sucede a todos los escritores. En Oliver Twist, Dickens sintió la necesidad de expresar el ardiente rencor del niño maltratado y muerto de hambre, de narrar las experiencias terribles que habían marcado su infancia. En sus primeros cuentos, los de In Our Time, Ernest Hemingway contó con franqueza todo cuanto había sentido nunca y había aprendido de la vida. En A este lado del paraíso hablé de un amor que aún me sangraba como la herida de un hemofílico.
El aficionado, al observar cómo el profesional, habiendo aprendido todo lo que se puede saber del oficio, toma las inanidades de tres muchachas vagamente descritas y se las arregla para escribir algo fascinante e ingenioso, llega a la conclusión de que es capaz de hacer lo mismo. Pero lo cierto es que no llegará a adquirir la facultad de transferir sus emociones a otra persona más que por un procedimiento radical y desesperado: arrancarse del alma su primer desengaño amoroso y mostrarlo al público.
Ese es, en cualquier caso, el precio de la entrada. Tú decidirás si estás dispuesta a pagarlo, si concuerda con tu idea de lo que es bonito o, por el contrario, es incompatible con ella. Pero es lo mínimo que la literatura, incluida la ligera, exige del principiante. ¿Acaso te interesaría un soldado que sólo fuese un poco valiente?»
Carta a Frances Turnbull, 1938Letters, pp. 601-2
Frances Turnbull era una estudiante de segundo año en el Radcliffe College y había enviado a Fitzgerald un borrador llamado "Esbozos de una debutante" para que le diera su opinión.
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