Cuento | Ángel en No será mucho


Escribir por encargo no es mi fuerte. Por lo general prefiero escribir sólo sobre aquello que me convoca —aunque esa palabra un poco me perturba—, temas que me llaman la atención por vaya a saber qué cosa. Sólo sé que hay algo que hace clic y de pronto le estoy dando vuelta a una imagen, a una idea. Quizás sea una selección inconsciente pero lo cierto es que la cosa fluye. 

Sin embargo, hace unos meses me contactó Giselle Aronson del blog No será mucho, me contó sobre la iniciativa y me preguntó si me animaba a escribir un texto breve para publicar ahí. Entre al blog, miré y me dije por qué no. De ahí surgió Ángel, un cuento breve al que finalmente le he tomado cariño.

Sobre No será mucho

La convocatoria de No será mucho es simple: escoges un video musical que te guste (que esté en YouTube) y escribes un texto narrativo (cuento, relato, poesía) o no, de máximo una carilla, relacionado con el video. La relación puede estar dada por la letra de la canción, la historia que se muestre en el video, el clima de la música, los personajes, los músicos, o pura y caprichosa inspiración. La coordinadora puede proponer la canción o el autor puede elegirla.

Hay una gran cantidad de videos, autores y textos interesantes publicados en No será mucho. Han aportado sus textos autores como Juan Guinot, Gilda Manso, Horacio Convertini y Flavia Pantanelli, entre otros.

Sobre Sia y el Ángel

Una vez Giselle Aronson me hizo la propuesta comencé a pensar qué video sugerir. Al final terminé seleccionando el video de la canción Chandelier de Sia:


Había visto este video a partir de la búsqueda de material para escribir un cuento sobre bailarinas, pero esa es otra historia. La cuestión es que terminé enamorándome de la estética de esa nena bailarina en medio de un lugar sórdido. Y ya que no había escrito nada a partir de él en su momento me plantee la posibilidad de pensar qué historia me podría inspirar.

Surgió "Ángel", que empieza así:

Enciende la linterna y el haz de luz ilumina el espacio entre los autos. No hay nadie ahí. Vuelve a escuchar el susurro de los pasos, esta vez detrás de él, y se le eriza la nuca. Sabe que ella, la nena, danza en puntas de pie como cada noche por el estacionamiento. Ha logrado distinguirla bien, el cuerpito embutido en una malla rosa pálido, el cabello casi blanco balanceándose por encima de sus hombros, los labios también rosa, sus dientes diminutos. Algunas veces hasta la ha escuchado reír. No debe tener más de diez años. Nunca le ha podido distinguir los ojos, los adivina, apenas, bajo el flequillo. No termina de comprender por qué se le aparece justo a él y no al otro cuidador, ya le preguntó y el tipo se limitó a decirle que se dejara de inventar estupideces.

Comentarios