Entrevista | #TePresentoA Sebastián Grimberg

Sebastián Grimberg. Gesell, 2015
El autor del libro Cada siete segundos (Conejos, 2014), tiene la particularidad de contar buenas historias con recursos mínimos; un detalle importante a la hora de escribir cuentos y que para mi es fundamental. Había recomendado el libro en un post que escribí en verano, por supuesto, es válido para leer en cualquier estación. Si todavía no lo tienes, o si lo tienes y quieres saber más del autor, termina de leer este post donde #TepresentoA Sebastián Grimberg el muchacho detrás de Cada siete segundos.

Cada siete segundos es el primer libro de cuentos de Sebastián Grimberg, quien además de escritor es psicólogo. Fue tallerista de Alicia Steimberg y sigue siéndolo de Vicente Battista. Entre otras distinciones importantes, en 2013, obtuvo el Premio Bienal Federal del Consejo Federal de Inversiones por el cuento "La mirada del asesino" que será publicado este año. Actualmente colabora en revistas nacionales y extranjeras, y prepara una novela. Le pregunté sobre Cada siete segundos:

—¿Por qué comenzar por escribir cuentos y no por novela? 
—Haber empezado por el cuento en lugar de la novela, tiene un aspecto fortuito y otro no tanto. En una ocasión, a mi hermano, en el colegio, le encargaron la escritura de un cuento. Él no tenía muchas ganas y, para alentarlo, le propuse una competencia. Esa fue la primera vez que  escribí con una intención, podríamos decir, literaria. El otro aspecto, el menos fortuito, es que considero que se escribe “sobre algo”, que uno tiene una estructura interna formada por sedimentos de lecturas (que, por supuesto, es flexible, va a ir variando con el tiempo), sobre “cómo se cuenta algo”, sobre “cómo se escribe” lo que se quiere contar. En mi caso, las vigas de ese andamiaje se formaron con cuentos. Los infantiles, como las adaptaciones de mitos griegos o de Las Mil y una Noches, y los juveniles, como Poe y Quiroga (no digo que sean “literatura juvenil”, pero suelen leerse en esa época).

¿Tienes alguna preferencia entre ambos géneros?
—Preferencias entre ambos géneros no tengo. Cuando empecé a escribir, como leía muchos autores rusos, mis cuentos eran larguísimos. Tuve que trabajar bastante para aprender que sí y que no en un cuento (en mis cuentos, al menos), en la búsqueda de la economía de palabras. Actualmente, exceptuando un libro de cuentos breves, de forma progresiva volví a la escritura de largo aliento.


Cada siete segundos (Conejos, 2014)
—¿Cómo fue el proceso creativo de los cuentos de Cada siete segundos
—El proceso creativo de Cada siete segundos fue más bien heterogéneo. Se reúnen allí textos de diversas épocas. En cuanto a “proceso [de escritura]”, los cuentos suelen presentárseme como situaciones cerradas, ya armados, en una constelación.

—¿Cómo surgieron?
—Algunos los escribí como experimentos ("Todo un drama", por ejemplo, es la reescritura del cuento "Vecinos", de Chéjov), otros han surgido como ideas: ¿qué pasaría si tal cosa?, otros de alguna historia que me contaron o de alguna afirmación que alguien hizo y me resultó curiosa (como en el cuento "El espejo"). 

—¿Cuál fue el cuento que más te costó?
—Sin dudas, "La Anfisbena". Lo reescribí infinidad de veces.

—¿El más sencillo?
—"Érase una nariz pegada a una mano". Lo escribí en un bar, en el entretiempo de un partido de fútbol, y apenas lo corregí. Lo cómico (aunque para mí no tanto), es que ese cuento y otros que también “salieron fácil”, gustaron más que los que me llevaron mucho trabajo. 

—¿Cuál es tu favorito, si es que lo hay?
—De ese libro, mi preferido es el que lo cierra y el último que escribí: Moscas. Me gusta el humor del narrador. Al terminar de escribirlo, no pude dejar de notar cierta similitud (en la situación) con una lectura lejana: Estoy dominado por un mosquito, de Saki.

—¿Cómo surgieron los personajes de Cada siete segundos?
—En la mayoría de los cuentos del libro, creo que me centré más en las situaciones que en los personajes; el peso, quizá, está en los vínculos. Los personajes, por lo tanto, son funcionales a esas historias y a esos tipos de interacción. Muy pocos, en ese libro, los he tomado de personas reales y, cuando lo he hecho, si bien partieron de alguien conocido, para mí rápidamente perdieron esa conexión y adquirieron las cualidades que necesitaba.

—¿Pensaste el conjunto de cuentos  con cierto hilo conductor desde el principio, o fueron surgiendo de a poco? ¿Cómo seleccionaste incluir unos y no otros cuentos?
—Por ser cuentos de diversas épocas, no tienen un hilo conductor preconcebido, surgieron de a poco. La selección fue difícil y guiada, sobre todo, por la mayor o menor conformidad con los cuentos.

—¿Sobre qué temas te interesa escribir? (Si es que hay alguno, o algunos, en particular).
—Considero que las personas cambiamos a lo largo del tiempo, por lo tanto, los temas que nos cautivan, también lo hacen. Durante la época en que escribí la mayoría de esos cuentos, evidentemente, los vínculos humanos fueron uno de mis temas primordiales. También lo fue (lo sigue siendo, y acá estaré más para el lado de las obsesiones), el cómo la “realidad” puede ser, en un principio, moldeada por la fantasía, y cómo luego, quizá, esa realidad, va adquiriendo un peso mayor y desdibuja lo fantaseado (aunque el camino también puede ser inverso). La pulseada, digamos, entre la fantasía y la “realidad”. Y, dentro de eso, la zona ambigua, que creo que es algo que aparece mucho en los cuentos, la zona dónde los conjuntos “Realidad” y “Fantasía” se unen, que creo que es la zona dónde, muchas veces, nos movemos.

—¿Cómo es tu forma de trabajar a la hora de sentarte a escribir?
—Soy bastante desorganizado, en general. Escribo en cualquier momento del día. Cada vez que planeé escribir (por ejemplo, “mañana escribo en tal lado, en tal horario”) lo que menos hice fue eso. Suele pasarme que estoy haciendo otra cosa, se me ocurre algo y tengo que escribirlo, dejando de lado lo que estaba haciendo lo cual, a veces, es un problema. Una sola vez, como experimento, frente a la pantalla dejé que “surja” la historia de un cuento. Funcionó. Pero no es lo que suele pasarme. Los cuentos, como mencioné, se me presentan cerrados, una constelación de la que apenas hay que acomodar algunas cosas. Cuando eso pasa (sea en el colectivo, en un bar o en mi casa) me digo que voy a hacer un bosquejo y, generalmente, termino escribiendo el cuento entero. Con la novela suelo tener más o menos en claro lo que va a pasar en cada capítulo (aunque luego eso puede modificarse, y muchas veces ahí surge lo más interesante); no sufro de la “página en blanco”. Seguramente, es porque ese proceso lo hago, por ejemplo, cuando estoy haciendo otras cosas, cuando viajo en colectivo. La escena va evolucionando en mi cabeza de diversas formas (un ejemplo maravilloso de esto, es lo que le sucede al personaje principal de La vida breve, de Onetti), hasta que se asienta. Ahí tengo que escribir, sea en una libreta o en el celular.


Y ya que estás leyendo sobre autores emergentes, te invito a pasar y leer el post donde #TePresentoA Martín Hain, autor de Tres caminos a la playa (Bajolaluna, 2014).

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