A propósito de palabrotas

No lo digo yo, eh. Lo compartieron por acá.

Ayer leí algo en Facebook que me llamó la atención sobre el uso de las "malas palabras". Aprovecho la ocasión para hacer una mínima reflexión al respecto. Y acoto: aunque queda feo el uso excesivo de palabrotas muchas veces son necesarias como una expresión/exclamación coloquial, además de que algunas expresiones (a mi modo de ver) son divertidas.

Tengo dos hermanas. Yo soy la más grande de las tres. Cuando éramos chiquitas mamá nos regañaba si decíamos alguna palabrota. No importaba que las dijeran mis tíos, mis primos, ella misma o el vecino. No, las niñas no debían decir groserías. Teníamos que hablar bien. Aunque todavía me pregunto qué es hablar bien. En fin, me acostumbre a hablar sin palabrotas. Si me caía, se me rompía algo, o no me salía alguna multiplicación, decía: "cónchale" y todos contentos. Eso hasta el sexto grado. Al iniciar el secundario, insistí en que me inscribieran en una escuela técnica. Soy así de terca, así de práctica. En primer año éramos cuatro muchachitas y treinta y seis varones. El abanico de vulgaridades que escuchaba a diario era increíble. Aprendí a decir "coño" sin que me diera culpa, y así con otras palabrotas. Pero me costaba dejar el yugo materno-protector y pasar a la osadía de decir "coño de la madre" con buen efecto, que al final era el chiste de pronunciar una vulgaridad. En esa época, tuve un compañero: Gilberto, un chico inteligente, creativo, siempre con una sonrisa, que solía decir que no había nada más lindo que decir una buena grosería en el momento justo. No es que fuera un chico vulgar, todo lo contrario, tenía una buena pronunciación y un amplio vocabulario. Sin embargo, no tenía pelitos en la lengua para decirle a alguien "cabeza de machete" en el momento indicado. Con el tiempo me di cuenta de que tenía cierto grado de razón. Aunque hay groserías que no me gustan por el exceso de vulgaridad, también creo que no hay nada mejor que decir una buena palabrota para liberar tensión. El que diga lo contrario, miente. Y si no, la próxima vez que el colectivero no se detenga, o se den un porrazo con la puerta intenten no decir "coño de...", "la concha de...", o algo por el estilo, es tan difícil como no cerrar los ojos cuando estornudan.

#HeDicho