Comparto con los amigos lectores de la Aquateca, la nota Esa loca inspiración, mi columna sobre libros en la edición de octubre de la revista Travel Magazine. También los invito a leer la revista en su versión digital (PDF) haciendo click en la imagen de arriba. Así podrán disfrutar del impecable contenido y estética característica de esta publicación sobre cultura y viajes.
Para mi la inspiración es una musa despistada. Puede estar en cualquier lado y, como una loca, quizás tenga que correr, atravesar puertas, saltar molinetes y autos para poder llegar a susurrarme al oído el relato que tanto busco y no encuentro. Pienso en ese detalle y se me viene a la cabeza el libro Historias de hotel, sobre el que quiero comentarles en la columna de esta edición. (*)
Historias de hotel fue publicado en 2011, como parte del proyecto Residencia Creativa de interZona. Es el resultado del trabajo de seis escritores: Ariel Magnus, Gustavo Nielsen, Edgardo González Amer, Arturo Carrera, Sergio Chejfec y Robertita Superstar. La propuesta era pasarse unos días en “un lugar inspirador, para generar contenidos culturales...”, dice Guido Indij, cuando explica el proyecto al principio del libro. Pretendían otorgarles “un espacio y un tiempo -una interzona- dedicados a la escritura, fuera de la rutina y sin las preocupaciones de lo cotidiano”. ¿Qué mejor lugar para lograrlo que las instalaciones del hotel Llao Llao? Una oferta tentadora, a la que ningún escritor se negaría. Nabokov, por ejemplo, una vez ganó fama con Lolita se mudó al hotel Palace Montreux, en Suiza, y vivió ahí hasta su muerte. Sin ir muy lejos, Saint Exupery escribó sus primeros textos de El principito durante los veranos que pasó en el Viejo Hotel Ostende, en la Costa Atlántica bonaerense, donde todavía se guardan copias de sus bocetos. Chejov, Borges, Laurence Durrell, por citar algunos, son otros autores que vivieron temporadas inspiradoras en hoteles de diferentes partes del mundo.
Reunir a estos seis escritores en el ambiente único del Llao Llao representó para interZona un experimento estético. Les entregó un cuaderno en blanco a cada uno, para que lo llenaran con las ideas que les inspirara su estadía entre las panorámicas del Lago Moreno y el Nahuel Huapi, bajo el sol reluciente o el gris invernal de la Patagonia. El resultado fue muy interesante.
Una de las voces que más me llamo la atención fue la de Robertita Superstar. Extraordinariamente graciosa, por lo actual, presenta en su relato Es el miedo a la muerte o que está mal iluminado a una treintañera a la que nada le viene bien. Por momentos parece satisfecha y dos oraciones después salta a un cuestionamiento casi enfermizo de cada paso que da, no sólo ella, sino todos los que la rodean. Narra desde diferentes ámbitos (diálogos internos, correos electrónicos, mensajes de texto, chat...) y la voz parece martillar sobre un yunke, sin parar. Cuando estás a punto de decir basta, te lleva a un recodo del camino donde la cosa se vuelve un poco más comoda. Cada situación es más delirante que la anterior, en una parábola que parece no tener fin.
Gustavo Nielsen, en cambio, hace un trabajo distinto. La voz de su narrador es acéptica. Seduce, con su Hotel Nouvelle, a través de la construcción de una serie de microrrelatos, impecables en su estructura y armonía, que cuentan los sueños de visitantes imaginarios, en un hotel donde cada habitación es un universo en miniatura; donde hasta la recepción y los servicios tienen una historia que contar.
Arturo Carrera, por su parte, parece haber sido el miembro contemplativo. En Llao-Llao, decanta los días transcurridos entre la nieve y la amenaza de cenizas, a traves de una serie de poemas. Postales como flashes de paseos por los corredores del hotel, o entre los arrayanes del pequeño bosque que lo rodea; llenas de fábulas mágicas, de situaciones extraordinarias donde “la sustancia del tiempo es el sílex de las cenizas volcánicas”, donde todo es “como una postal de hielo que no te deja escribir, pero no importa”.
Sergio Chejfec fue otra agradable sorpresa. Su relato atrapa enseguida. El protagonista de El seguidor de la nieve, envuelve con suposiciones y paseos, donde el frío, las texturas, las transformaciones y consecuencias de la nieve te sumergen, de a poco, en un silencio brumoso, atemporal. Aparecen muñecos, ángeles y perseguidores adictos a absurdos como merodear ruinas, explorar alturas, investigar mares...
Huesped de ningún lugar parece haber sido inspirado en el pasado hotelero del escritor y cineasta Edgardo González Amer. Narrado en primera persona, comienza con una inquietante escena en la que el protagonista encuentra al padre moribundo, “con la cabeza apenas volcada hacia adelante y el brazo extendido sobre la mesa”, y la muerte se corporiza. Entonces, charla con ella, hasta que se duerme. Al despertar es desaprensivo, incluso frío, con respecto a la muerte del padre. Hasta que, sin haberlo esperardo, se entera de que ha heredado un hotel en la Patagonia. Le intriga que su padre, a quien cree conocer, haya guardado secretos. Decide ir a conocer el hotel, un poco apurado por la novia. A partir de ahí se suceden un triángulo amoroso, el rescate de un soldado desmemoriado, un reencuentro. Al terminar me quedé pensando en ¿cómo es “un chico perdido en medio de una interminable tormenta”?
La inspiración también logra dictarle a Ariel Magnus El conserje. Un mini policial en donde un hombre proyecta un crimen perfecto y trata de llevarlo a cabo. A simple vista parecería un lugar común pero no lo es. Porque en esta historia hay una vuelta de tuerca y mucha tensión. Así, de la mano de un narrador testigo seguimos las acciones del protagonista, mientras éste va cambiando de nombre, asumiendo personalidades distintas, como si se desdoblara. El relato avanza y la sospecha aumenta, generándose una maraña que no les voy a contar porque sino se pierde el encanto. Baste decir que Magnus logra un relato redondo y contundente, disfrutable de principio a fin.
Creo que podría afirmar que el resultado del proyecto ideado por interZona fue éxitoso. Logró intervenir en la musa inspiradora de estos autores y generar, en consecuencia, un grupo heterogéneamente maravilloso de relatos que se quedan haciendo eco aun después de haber cerrado el libro.
(*) Nota publicada originalmente en el sexto número de la Revista Travel Magazine. Mi agradecimiento a Guido Indij por haber compartido el libro Historias de hotel con la Aquateca.