Irène Némirovsky |
Hace un par de meses, más o menos, escribí una nota para Travel Magazine en la que comentaba "El baile" de Irène Némirosvky. Antes había publicado un post en AquaVioleta a propósito de novelas cortas para leer en el verano. Durante la búsqueda de información para armar estas notas sobre la autora, me tropecé con una nota que escribió Patricia Suárez sobre Irène Nemirovsky, para Los noveles, en la que comentaba que entre las obras póstumas de Némirovsky se cuenta el libro "La vida de Chéjov" (1946), una biografía de ese autor que para ella es "un texto espléndido". También acota que el libro es un compendio de consejos para escribir y destaca algo, en relación a dos cualidades que exige la escritura de un cuento, que menciona Némirovsky y que me gustaría compartir.
"El cuento, para ser logrado, exige las cualidades que Chéjov poseía de nacimiento. El sentido del humor: una novela larga y trágica da una impresión de fatalidad grandiosa; un relato corto en el que la tristeza es demasiado pesada y tétrica abruma y repele. El pudor: un novelista puede (y a veces debe) hablar de sí mismo; para un cuentista, eso es imposible: tiene el tiempo contado; el que escribe no puede entonces mostrarse en su complejidad, en su riqueza; lo más prudente para él es mantenerse al margen".
Irène Nemirovsky, por Patricia Suárez, para la columna La deshollinadora, en Los noveles.
Sentido del humor y pudor; el primero es básico si queremos que nuestro lector se mantenga atento y el segundo, fundamental, porque un cuentista sólo tiene un conflicto y la cantidad indispensable de personajes para contar, es decir, tiene -como bien dice Nemirovsky- "el tiempo contado".