Cuestión de Oficio | Cómo usar mecanismos de defensa para enriquecer nuestros relatos


El otro día caí en una página en inglés que hablaba sobre cómo usar los mecanismos de defensa, tan nombrados en psicología, para caracterizar a nuestros personajes. Me pareció interesante hacer una reflexión al respecto porque ¿de qué otra cosa rellenamos a nuestros personajes cuando escribimos si no de características similares a las nuestras? Humanizamos hasta los objetos, por eso es importante poder reconocer esos mecanismos y explotarlos a nuestro favor. De hecho, es un buen detonante para agregar tensión en el relato.

Los mecanismos de defensa son emociones “inconscientes”, es decir,  reacciones que tenemos aun sin darnos cuenta de que lo hacemos, por lo menos no de forma consciente. Son emociones, o características de nuestro comportamienteo que nos permiten hacer frente a la realidad. Algunos mecanismos son productivos, otros no tanto.

¿Cómo se vincula esto con la escritura? Muy sencillo: los mecanismos de defensa nos permiten caracterizar a nuestros personajes (*). Dándoles características particulares a cada personaje generamos conflictos entre ellos, y eso hace que la tensión del relato aumente. Esto es importantísimo, porque si el relato no tiene tensión se convierte (como dice mi amigo Claudio) en un “plomazo”. Y ese plomazo se hunde como el Titanic. Por supuesto, hay otros factores a tomar en cuenta, pero ahorita nos vamos a ocupar de la particularización de ese personaje que tenemos dando vueltas. Todo depende de lo que querramos hacer. Lo que sigue son algunos mecanismos de defensa y comportamientos asociados que pueden ayudarnos a darle una vuelta de tuerca al conflicto:

La negación es una característica muy común. ¿Quién no conoce a alguien que sea incapaz de aceptar la realidad de una situación particular? Les pongo un ejemplo: Samuel toma cocaína. Lo hace todos los días, de forma sistemática. No para de tomar merca. Sin embargo, él no cree que sea un problema. Él no es adicto. Adictos son los negros, etcétera.

La disociación es otra característica interesante para un personaje. La usa (inconscientemente) alguien que sólo puede ver en los demás algo bueno o algo malo, ningún término medio. Por ejemplo: supongamos que Laura es la mejor amiga de Belén. El día que Laura decide ir a comprar su vestido de bodas, se va con su madre al Shopping y no la invita a Belén. Entoces, Belén se ofende. No quiere ver a Laura nunca más, “por todas las cosas horribles que le hizo”.

La impulsividad caracteriza a los personajes que actuan sin evaluar las consecuencias, sin pensar. De esto hay bastante en literatura. Personajes que se lanzan a la mar, que inician un viaje. O que se meten en líos. Imaginemos a Roberto, está enojadisimo porque Raquel lo dejó por otro. Pasa un tiempo. Lo invitan a la fiesta de un amigo en común. No sabe si ir o no. Al final decide que sí. Cuando llega a la fiesta ve a Raquel. Justo se le ocurrió ir con el nuevo “novio”. Se pone tan loco que lo cae a trompadas frente a todos, sin mediar palabra... y por ahí se va.

La idealización caracteriza a alguien que tiene a un tercero en un pedestal. Lo tiene en tan alta estima que piensa que ese otro no tiene ningún defecto, cualquier cosa que haga se justifica. Pongamos como ejemplo a Ximena, casada con Raúl. Para ella, Raúl es el hombre perfecto.Tanto, que cuando le confiesa que le ha estado montando los cuernos, Ximena lo justifica. Se pregunta a sí misma qué fue lo que hizo mal. Raúl es un padre excelente, los ha llevado de vacaciones a Disney, es un hombre trabajador y bueno. Por eso, decide perdonarlo. ¡Plop!

La proyección. En éste caso la persona le achaca a otros sus propios defectos de carácter que encima no tolera. Esto, con frecuencia, también puede tomar la forma de celos extremos. Supongamos que Juana va al centro. Pasa cerca del trabajo de Luis y lo ve hablando con una mujer en la calle. Cuando Luis regresa a su casa le arma una terrible escena de celos (con gritos, arrancadas de pelos, etcétera) porque él le está montando los cuernos con otra mujer, aun sin estar segura de si es verdad o no.

La identificación proyectiva, es otro mecanismo inconsciente que puede llevar a una persona a buscar que otros se sientan de la misma forma en que él o ella se sienten. Esto es medio raro, pero es común en algunos personajes de la literatura y, en especial, en el cine. ¿Recuerdan a la rubia de La mano que mece la cuna? Ahí está. La rubia odia a la morocha porque hizo que su marido se suicidara. Por eso decide, sin que la otra tenga la menor idea, meterse en su casa y arruinarle la existencia. Creo que le arruiné la peli a alguno pero confio en que la hayan visto antes de leer esto.

La racionalización, otra característica típica. Es cuando alguien oculta la verdadera motivación de sus acciones y sus sentimientos, de modo que no se conviertan en una amenaza. Acá pongamos de ejemplo a Samuel. Está decepcionado porque una chica no quiso salir con él. Pero se dice a sí mismo que así es mejor, porque a esa chica le gustan las ciencias y a él le gusta la historia. No tienen nada qué ver.

El aislamiento (en relación al afecto o despliegue emocional), este mecanismo caracteriza a las personas que son capaces de aislar sus sentimientos de ideas o eventos particulares. Supongamos que en nuestra historia ocurre un asesinato. Hay un testigo: Irma, que no sólo vio el asesinato sino que es capaz de describir los hechos, hasta el más mínimo detalle, sin demostrar ninguna emoción. Irma, entonces, es capaz de “aislarse”. 

La formación de reacciones. En este caso el personaje convierte sus deseos inconscientes o impulsos en sus opuestos, lo cual le sirve para ocultarlos. Pongamos como ejemplo a José. Este personaje es un seminarista, que fantasea con tener sexo todo el tiempo.

La represión caracteriza a alguien que "olvida" una determinada situación (por lo común traumática) con el fin de hacer lo que tiene que hacer. Por ejemplo: Luisa ve que le disparan a su marido, aun así logra llamar al 911, en lugar de entrar en pánico. Antepone las acciones que debería hacer sobre sus emociones.

También está el altruismo (lo más común para caracterizar heroes): alguien que pone las necesidades de otros por encima de las propias. El ejemplo más ilustrativo que se me ocurre es el personaje de Jack, en Lost. Aunque no tiene nada que ver con literatura. Y el humor, que caracteriza a los personajes que usan el ingenio y las bromas para darse ánimo no solo así mismos sino a otros, creo que no hace falta mucha explicación para comprenderlo. 

Evidentemente, ésta no es una lista exhaustiva, ni pretende serlo, sólo son algunos ejemplos. Aunque espero que sí ayude a sacarle el jugo creativo a sus ideas para agregarle más tensión a sus relatos.

(*) Acá hago una acotación. He visto comentarios, en algunos blogs, en los que los usuarios se quejan porque tal o cual escritor no es bueno porque no definió bien las características de un personaje X, y acotan que no especificó el color del pelo o si era alto bajo, guapo, feo, etcétera. Es importante tomar en cuenta que en literatura, para caracterizar a un personaje, no es necesario enumerar una exhaustiva lista de detalles físicos, es decir, si era alto, flaco, con ojos celestes, un lunar sobre la ceja derecha y una sonrisa de espanto y brinco. No, no y no, para caracterizar a un personaje debemos pincelarlo, sólo hacen falta apenas un par de datos, el resto hay que dejárselo al lector. Él o ella completará lo que haga falta, según lo que se imagine de ese personaje. Por supuesto, lo importante, lo indispensable, eso que es necesario para la historia, sí se le debe contar. He ahí la magia del escritor con oficio.