"El gusto del vidrio", de Walter Lezcano, es el cuento que leímos en el sexto encuentro del Taller de Lectura a Distancia de #LaAquateca. "Lezcano sabe quién es cada quién en esta historia, él no come vidrio", dijo una de las lectoras. Otra dijo que el cuento la "dejó con la sensación de entrar en un sitio oscuro y denso, una realidad desconocida por muchos y que algunos apenas logramos entrever de refilón". Sin embargo, a uno de los lectores le resultó "un texto simple", demasiado para su gusto. Y alguien más comentó que no quedó conforme con el final. Comparto el resumen de esos comentarios, además de algunos otros que surgieron, también un poco de lo que en mi opinión tiene de rico este texto de Walter Lezcano. De paso, te dejo la inquietud de leer el cuento y entrar en la discusión.
«Retomando las palabras del autor creo que dio en el blanco con la historia. Hay precisión en la escritura, un ojo bien orientado que describe en dos o tres trazos los ambientes, los personajes y sus movimientos. Destaco la sencillez y literalidad en las escasas acciones que tensan la trama. Los arqueros cuando se disponen a lanzar la flecha confían en su pulso y en su respiración, algo ven en ese centro que quieren alcanzar. Lezcano sabe quién es cada quién en esta historia, él no come vidrio.
Preguntabas Maumy si nos convocó este cuento, te digo que sí, que me gustó mucho, por un momento me trajo el recuerdo del querido Abelardo Castillo, por la intensidad de ese narrador en primera persona que es cautivante pero a su vez complejo a la hora de escribir, ya que es delgado el límite que nos separa del anecdotario.
¡Gracias por este momento literario de disfrute!»
María del Carmen Allegrone
«(...) En cuanto a "El gusto del vidrio" me pareció un texto simple, demasiado para mi gusto. A veces se puede sacar sorpresas desde la simpleza pero no me pasó con este cuento. Eso sí, es un relato cuasi fotográfico en donde uno puede ver transcurrir las escenas. El final me dejó con gusto a poco... pensando en que el inicio pareció dar pistas de un relato con contenidos que movilizara. Con este cuento me pasó lo contrario que con "El lugar donde mueren los pájaros" o "Cosas que pasan".
Es mi humilde opinión, aunque no sea positiva. Sin embargo tengo un sentimiento de "culpa" por no poder encontrar el "gusto picante" de la literatura en este cuento.
Saludos (y perdón al autor, je.)»
Roberto Deibe
«(...) "El gusto del vidrio" me pareció un relato que refleja la realidad de muchas familias donde la carencia, en todo el sentido de la palabra, es la fuerza motora, tanto para la acción que es bastante lenta, como para la inacción o inmovilidad de los personajes, que no pueden ni desean salir de ese entorno. Carencia de afectos, ya que el protagonista es echado de su casa por razones económicas, y se va con su novia a la cual tímidamente le dice que la quiere, aunque no está convencido. En este nuevo espacio también hay carencias de intimidad para la pareja, y para los otros personajes. Finalmente también hay una carencia de proyectos en el joven protagonista. Parece que nada se puede esperar de la vida, más que disfrutar de una botella de vino fresco.»
Rosa Orchuelo
«Este “cuento”, como otros del autor, me dejan la impresión de que cualquiera puede escribir. Me pasa también con escritores célebres que admiro. J. M. Coetzee, por ejemplo. Así que tendré que desarrollar lo que quiero decir. W. Lezcano maneja con soltura el habla de algún sector marginal, por llamarlo así, el habla de cierta geografía del conurbano. Si uno trasladara al papel, de modo literal, rigurosamente, la forma de hablar de la gente, el texto resultaría ilegible. Cuatro o cinco expresiones le bastan al autor para meternos en el mundo de los personajes. No necesita más, el resto es literatura o, mejor dicho, herramientas del oficio de escribir. Es un registro cómodo: primera persona y un vocabulario particular, acotado, sin palabras sofisticadas que pudieran sacarlo de registro.
Parece que está de moda dejar las historias sin terminar. No es lo mismo un final abierto que un final inexistente. Una justificación posible: “La vida es así, loco, salís a comprar el pan y un auto te lleva puesto; ni siquiera tenés tiempo de poner tus cosas en orden”. Vale, diría yo, porque la vida es un sinsentido. Pero en la literatura uno espera disfrutar de una estética, de un esfuerzo creador que no necesariamente tiene que notarse. La modesta y secreta complejidad de la que hablaba Borges. Si la historia queda inconclusa, si no hay un final, aunque sea abierto, uno tiene derecho a pensar que al autor le dio pereza encontrarle la vuelta al asunto, armar un final estéticamente satisfactorio, y cumplir lo que promete. Porque hay promesas tácitas en la historia. La tensión y los roces que se generan, que hacen al conflicto, quedan en la nada, sin desarrollo. No llegan a explotar ni a diluirse. El texto parece el comienzo de una novela o un capítulo suelto.
Existen innumerables piezas literarias en las que se nos cuenta una historia, o parte de una historia, que no se resuelve, que solo muestra una situación. Lo que sucede es que construyen otro juego, con otro registro, a veces más poético. En “El gusto del vidrio", desde el vamos el autor activa una serie de pequeñas bombas y luego se retira como si nada, como si se hubiera aburrido o cansado.
El escritor tiene todo el derecho a escribir como se le cante.
Y el lector puede huir hacia otros universos.»
Daniel De Leo
«Leer "El gusto del vidrio" me dejó con la sensación de quien, después de haber recibido varios golpes bien dados, espera una piña final que lo ponga en knock out, y al final lo salva la campana. El cuento está bien narrado, los personajes son creíbles, ninguna escena aparece forzada, todo se da con naturalidad, como si el caminar por la cornisa del personaje principal no rozara con lo trágico. El personaje genera empatía con el lector: es una víctima de su padrastro que lo hecha de la casa. Es interesante como, cuando va a la casa de su "novia", la tensión está todo el tiempo presente. En una especie de vaivén moral, el personaje se mueve entre el villano que se aprovecha de lo que le ofrecen y sale robar vino en un chino, y el caballero que vuelve a la cama para que su novia no despierte sola. El cuento es fácil de leer, atrapa y deja pensando.»
Alberto Chaile
«Este cuento (y también la imagen que lo ilustra) me dejó con la sensación de entrar en un sitio oscuro y denso, una realidad desconocida por muchos y que algunos apenas logramos entrever de refilón (en mi caso, por mi trabajo). Como ya se dijo en otros comentarios, la utilización del sociolecto marginal es maravillosa y dota al cuento de una veracidad que lo vuelve muy cercano. S. King en su libro "Mientras escribo" dice algo como que el foco de la cámara siempre está puesto en uno mismo, que uno es siempre el protagonista de su propia historia, y esto es lo que ocurre con el protagonista del cuento. Está tan pendiente de sí mismo, sus sensaciones, sus ideas, que no se fija mucho lo que provoca en los demás. Pero no como un egoísmo sino como "esta es mi vida y los demás la afectan de esta u otra manera". Personalmente me hizo pensar en los cuentos de Chéjov o K. Mansfield, esos donde aparentemente no pasa nada y en realidad pasa de todo, porque lo que está sucediendo es la vida misma, que siempre es así, absurda, extraña y sin un final definido, porque el final de la vida sólo es la muerte.»
Gisela Lupiañez
Alguien habló de que Lezcano va instalando bombas y luego se hace el desentendido. Yo creo que no es tan así. Creo que tanto esas bombas como ese final tienen una razón de ser. De hecho, el mismo Lezcano lo dice en el comentario que compartió con los lectores, a propósito de esta lectura:
«Escribir un cuento es sumamente complejo porque sos un francotirador con una sola bala disponible: la tenés que usar bien y dar en el blanco. Sino el cuento pierde su rastro de verdad, pierde interés, lo pierde todo.»
Creo que Lezcano ha cuidado los detalles, que es consciente de que los finales de sus textos, en especial de "El gusto del vidrio", sean lo que son. De hecho, para mí queda la sensación de que nos retiramos de la escena en puntas de pie, dejando a esos personajes seguir su vida y sus conflictos.
Agradezco a todos y cada uno de los que pasaron a leer "El gusto del vidrio". También vaya mi agradecimiento a Walter Lezcano por haberse tomado el tiempo de compartir con los lectores de #LaAquateca su cuento y comentario.
El próximo jueves nos volvemos a juntar on-line para leer. Recuerda que esta es una actividad gratuita y exclusiva para miembros de la comunidad de #LaAquateca. Si quieres sumarte sólo tienes que completar el formulario haciendo clic acá. La otra opción es que me escribas a difusion.aquavioleta[@]gmail.com y te anoto.
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