Libros | "Las redes invisibles", de Sebastián Robles


Por WB

¿Hasta qué punto Internet, las redes sociales y el consumo de información transformarán nuestros hábitos sociales, culturales y genéticos? Somos testigos y partícipes del inicio de una revolución o, más bien, una convulsión digital del mundo cuyos límites virtuales no percibimos pero desafiamos.

Los relatos de Las redes invisibles exploran y transgreden, a través de la ficción, las fronteras de la creatividad y las obsesiones humanas basadas en las tecnologías de la información. A partir de aquí, una vez en territorio digital, los caminos que se abren son insospechados.

Las historias de este libro son originales por su temática, abordaje y estilo. Están sustentadas en un gran trabajo de imaginación y de una escritura clara, ágil y contundente influenciada por la crónica periodística.

La cotidianidad de los personajes de algunas de las historias de Las redes invisibles pasan, justamente, por las redes sociales virtuales que todos usamos en la actualidad, como YouTube, Taringa!, Wikipedia, Tinder, etc. y nos resultan tan naturales o posibles que nos inquietan. 

Algunos de los personajes que aparecen son reales, referentes actuales de grandes empresas de tecnología; también encontramos a hackers, emprendedores y empresarios pioneros de Internet, la Web, Google y de redes sociales como Twitter y Facebook.

Las redes invisibles es un catálogo surrealista de once cuentos donde cada uno lleva el nombre de la red social en torno a la que gravita la historia.

Algunas historias se desarrollan en variantes de plataformas que existen y usamos en la actualidad, como “Mon amour”, una red social de contactos para conseguir pareja que tiene la particularidad de garantizar que cada usuario encontrará la pareja perfecta gracias a la implacabilidad de un algoritmo. O “Balzac”, la red social para escritores realistas que tiene un filtro de ingreso estricto y desconcertante, aunque más desconcertante resulta una vez que el usuario ha logrado completar con éxito su perfil.

Otras, como “Crítica”, proponen que la primera red social del mundo fue creada en Argentina y sus usuarios fueron Roberto Arlt, Mujica Láinez, Jorge Luis Borges, Enrique Santos Discépolo, Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Eduardo Mallea y otros referentes de la literatura nacional.

Otras historias pueden resultar éticamente chocantes, como “Orphan”, la red social para huérfanos creada por un emprendedor e inspirada en su propia experiencia de vida; o “Tod”, una red social para enfermos terminales con una expectativa de vida de dos años como máximo.

Hay, también, algunas delirantes (¿delirantes?) como “Animalia”, una red social para animales donde, por medio de un implante cerebral, en su mayoría y en principio perros y gatos, aprenden a descifrar el lenguaje humano y a comunicarse con las personas. Todo es un fantástico y audaz experimento hasta que alguien sube un archivo de Rebelión en la granja de George Orwell. 

La sonrisa que pudo haberte generado la historia anterior te la van a borrar otras como “Mamushka”, “Hospital” o “Tlön”. Historias inquietantes de redes sociales donde los usuarios no saben por qué ni para qué se registraron; redes sociales donde aparentemente no ocurre nada pero los usuarios no pueden abandonarlas; redes sociales donde para ingresar hay que realizar extrañas entrevistas offline; redes sociales que pueden infectar el código genético con código informático con consecuencias inimaginables.

Pero no todo es oscuro e inquietante en Las redes invisibles, Internet también puede ser terrorífica. ¿Puede la tecnología crear un vínculo con el mundo de los muertos? Quizá si te registrás en “Usher”, la red social para geolocalizar casas embrujadas y sitios con actividad paranormal puedas descubrirlo. 

O podés sumergirte en la deep web a partir de un blog abandonado como ocurre en “Cthulhu”.

“Cthulhu” es la única historia que no está basada en una red social sino en un blog. “Cthulhu” es la entidad sobre la que Howard Phillipe Lovecraft creó su mitología de antiguos seres que habitaron (¿habitan?) el planeta tierra. Son entidades provenientes de lugares remotos del Cosmos, son anfibios y quizás aún vivan entre nosotros. Puede ser que alguna vez hayas chateado con uno de ellos y no lo sepas. 

Quién sabe. Por ahí, si te animás a googlear “branquias”, “deep web”, “cthulhu”, puedas descubrirlo, pero también puede ocurrir que te sumerjas en un mundo del cual, tal vez, nunca puedas regresar.

Los relatos de Las redes invisibles no son alegorías, pero algunos podrían serlo de un futuro no muy lejano. Son historias de ciencia ficción, pero también de fantasía y, por momentos, de un realismo aterrador.

Y ahora, si me disculpan, voy a desconectarme.

Las redes invisibles (2017), de Sebastián Robles fue publicado por Momofuku.

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