Conocí a Natalia Brandi a través de la revista literaria La balandra. De ahí en más he seguido su trayectoria en la escritura y sé que ha trabajado muy duro. Hace poco presentó Puno, su primera novela, publicada por Expreso Nova Ediciones. El lanzamiento fue en el Hotel City Bell. Me invitó a acompañarla y hasta allá me fui un día de lluvia.
La primera vez que escuché de Natalia Brandi fue por su cuento “Viaje al país del padre” que salió publicado en la página web de la revista literaria La balandra. Casi de inmediato nos hicimos amigas virtuales en Facebook y comenzamos a intercambiar mensajes. Me contó que era egresada de Casa de Letras, que había hecho taller con escritores como Leopoldo Brizuela y Gabriela Bejerman, y que estaba corrigiendo una novela con Liliana Bodoc. Seguimos intercambiando mensajes hasta que una tarde nos cruzamos por casualidad, o causalidad, vaya a saber, en una feria gastronómica en City Bell.
Aquella vez charlamos largo y tendido en medio de gente que iba y venía engullendo platos variopintos de un puesto a otro. Una sonrisa amplia le adornaba la cara, la calidez de Natalia es maravillosa. Era la primera vez que hablábamos en persona y sin embargo parecía que nos conocíamos desde hacía años. Me pidió consejos para difundir su obra y le di algunas ideas. Nos despedimos con un abrazo y la promesa de que me contaría cómo le iba con la escritura.
A medida que pasaron los meses, me sorprendió el empuje con el que comenzó a encarar actividades: talleres, encuentros, asesorías. Me alegré mucho por ella porque se merecía eso que iba construyendo. Le escribí para saber cómo le iba y me dijo: «Sos mi hada madrina». Estaba contenta. Al parecer, nuestra charla le había ayudado a tomar impulso y estaba por publicar su primera novela. «Se llama Puno», me contó. La publicaría la editorial Expreso Nova y el prólogo lo haría nada más y nada menos que la misma Liliana Bodoc. También me invitó a la presentación. «No quiero coercionarte pero me gustaría que estuvieras», agregó. Le dije que sí, por supuesto, no podía perderme la oportunidad de compartir con ella el logro fabuloso de ver publicado su primer libro.
Le pedí que me mandara la novela pero en ese momento todavía no estaba impresa, así que me envió por mail el PDF previo. De ahí la leí, saltando de la pantalla de mi computadora a la del celular. Fue un placer meterme en la historia de Francesca, de Puno. Una muchacha genovesa que a los 14 años debe cruzar el atlántico hasta Buenos Aires viajando en buque, sola. La historia está contada con delicadeza, con amor, colmada de una melancolía entrañable. Hubo pasajes que me obligaron a parar de leer. Iba en colectivo y tuve que mirar por la ventanilla para evitar los lagrimones. Me recordó la sensación que tuve al leer Los que vivieron, una novela de Ayn Rand. Puno tiene ese mismo no-se-qué, quizás una delicadeza potente. Estoy segura de que quienes la lean quedarán cautivados por la sensibilidad de Natalia. Por Puno.
Sobre esto, más o menos hablé durante la presentación de la novela en el Hotel City Bell. Afuera llovía, no había parado durante toda la tarde. Muchos se acercaron a escuchar hablar sobre Puno, guarecidos por la calidez de un salón precioso; rodeados de flores, canapés y vino. Armé un video con el recuento de lo que fue esa noche. Lo comparto:
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